No quiero acabar el día sin publicar una pequeña anécdota, gracia o chiste ferroviario.
El echo es que una persona se dispone a viajar hasta Pekín, en China. Se acerca a la estación de Lutxana y le dice al de la taquilla:
    - Por favor, ¿me puede dar un billete para Pekín?
A lo que el otro responde:
    - Pues lo siento señor, pero yo solo le puedo dar billete hasta Abando y allí usted se las arregla como pueda.
El viajero acepta y se va hasta Abando y, una vez aquí repite la misma operación:
    - Buenos días, un billete para Pekín.
    - Uy señor, yo le puedo dar un billete hasta París y tiene que coger usted el siguiente tren que le lleve hasta Miranda y allí coger el que pasa hacia París.
    - Bien gracias.
Horas más tarde, nuestro viajero llega a París y, de nuevo en la taquilla:
    - Buenas noches, un billete para Pekín por favor.
A lo que el francés extrañado, le dice:
    - Señor, yo sólo le puedo conceder un billete hasta Berlín cogiendo el siguiente tren que parte hacia allí y usted, una vez llegue allí, pregunta en la taquilla.
    - Bien, gracias.
Nuestro aventurero (solo le falta el sombrero y el látigo) llega a Alemania y otra vez lo mismo. Coge otro tren y en Rusia coge el Transiberiano para cruzarse medio país. Y por fín, con otro par de enlaces consigue llegar a Pekín.
Después de visitar esta ciudad, se dice: "vaya, ahora hay que volver, ¡otra vez lo mismo!". Aún así, decidido, se dirige a la taquilla de la estación de Pekín y el chino de la taquilla le dice:
    - Buenos días señol.
    - Buenos días, ¿me podría dar un billete para Lutxana?
Y el chino de la taquilla le responde:
    - ¿Lutxana Balakaldo o Lutxana Elandio?
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