Artikutza es una finca donostiarra situada en Goizueta, que es muy conocida por sus ricos paisajes naturales y su embalse, además de haber estado asociada, de forma continua, a la conservación medioambiental. En este sentido, las últimas labores de limpieza de matorrales y malas hierbas han dejado al descubierto varios restos de su pasado ferroviario y minero.
Al parecer, a finales del siglo XIX y primeros del siglo XX, Artikutza formó parte de un emporio minero que contó con su propio ferrocarril para trasladar mineral y madera. En todo el entorno de la finca existieron minas de hierro, de cobre y de caolí, materiales que se trasladaban hasta Errentería.
Juenajo Olaizola, director del Museo Vasco del Ferrocarril, ha explicado las características del ferrocarril que, hace muchos años, existió en Artikutza, un ferrocarril de vía estrecha (60 centímetros) y que "funcionó a partir de 1896 y utilizaba en parte de su tramo lo que se llama motor de sangre, es decir, bueyes, caballos o a los propios mineros. El primer tramo era llano, seguía el curso fluvial, pero luego tenía un complicado ascenso en zig zag, similar al que existe en los Andes y muy poco utilizado en Europa".
Comunicaba con otro trazado que sí usaba una locomotora de vapor, y en las visitas a la finca, se podrá contemplar las ruinas del lugar en la que ésta se guardaba y reparada (foso incluido), el horno de calcinación del hierro o los estribos de piedra de uno de los puentes que atravesaba. Se pueden ver también túneles y la explanación de las vías, así como restos de éstas que, a modo de curiosidad, se ensamblaban unas a otros por piezas.
Según Olaizola, en el 1903 es comprado por Rafael Picabea, quién une el itinerario de los dos trenes, eliminando el trazado en zig zag, y optando por los planos inclinados, similares a los del funicular, que cubren más de 28 kilómetros.
Además, el ancho de vía se cambió a 50 centímetros, y para los planos inclinados se hizo uso de la energía hidráulica, un método que ha sido calificado de ingenioso y ecológico: los vagones cargados de material superan el desnivel por el contrapeso que supone cargar de agua los vagones que bajan. Tal y como recordaron Olaizola y el concejal Albertó Rodríguez, es método fue único en su tiempo. El sistema es muy peculiar, todavía se puede ver la estación de agua, y sólo hay un ejemplo en la ciudad portuguesa de Braga que aún funciona como atractivo turístico.
Plano de situación:
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Vía: Diario Vasco
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